Elon Musk creó SpaceX en 2002 con el ambicioso objetivo de
poner algún día a un hombre en Marte. O a muchos. Esa empresa fue logrando
hitos notables que acabaron convirtiéndola en "socia" de la NASA
(junto a Boeing, que tuvo un tropiezo reciente) a la hora de plantear el futuro
de las misiones espaciales en los Estados Unidos.
Finalmente, el sueño de Musk se hizo realidad con el
despegue de la Nave “Falcon 9” con la capsula “Crew Dragon”, transportando a
los astronautas Bob Behnken y Doug Hurley.
La ventaja de la nave Crew Dragon es además importante en otro
ámbito: la Soyuz tiene cabida para tres astronautas, pero como mucho envía a
dos astronautas de la NASA en el mismo vuelo. La cápsula de SpaceX tiene
espacio para siete astronautas, algo que permite que las misiones de
investigación en la ISS sean mucho más compatibles con la labor de
mantenimiento de la veterana estación espacial.
No solo eso: se espera que cuando la NASA reserve un
lanzamiento con SpaceX, se reserve cuatro asientos para sus astronautas. El
resto de asientos estarán disponibles para astronautas privados, o, como los
llaman en la industria "participantes en vuelos espaciales".
Eso permitirá que se planteen esos lanzamientos también
como una forma de iniciar de forma mucho más clara una nueva era de turismo
espacial que incluso permitiría a esos astronautas privados pasar varias noches
en la ISS al precio de 35.000 dólares por noche. No parece mucho dinero, sobre
todo teniendo en cuenta que Richard Garriott, un emprendedor británico, pagó 30
millones de dólares por poder pasar dos semanas en la ISS en 2008.
El negocio promete: en febrero SpaceX anunciaba que ya ha
vendido cuatro de esos billetes a través de una empresa llamada Space
Adventures. Otra agencia de viajes espaciales privados, Axiom Space, llegaba a
otro acuerdo con SpaceX en marzo.
Ese singular uso de estas misiones permitirá otros
escenarios curiosos. Por ejemplo, el que nos prepara para esa película que Tom
Cruise rodará en la estación espacial internacional.